lunes, 15 de octubre de 2012

YO LO SUPE DESDE CHICO





Yo lo supe desde chico, lo supe desde siempre, que terminaría por fumar en pipa.

Tal vez por la influencia de tanto hombre ligado al mar que vivía cerca de mi casa. Les veía llegar de la mar, al tiempo que me daban un pequeño y cariñoso pescozón al pasar, y se dirigían a sus casas después de meses rodeados de horizonte y agua, trabajo y salitre, de nostalgia y deseos de regresar.

Pasaban con su petate al hombro y sus pipas curvas en la boca, exhalando el humo de tabaco por la boca y la nariz. Pasaban con la piel de las manos y cara, más curtida, más morena, más cansada que en su viaje anterior.

Luego cuando acudía a casa de alguno de mis amigos, cuyo padre trabajaba en la mar, me sentaba y escuchaba, como alelado, sus historias marineras. Sentado, casi desparramado en un sillón, se enfrentaba a la chiquillería que esperábamos que nos comentara acerca de su último viaje a Sudáfrica, de la pesca en el banco Sahariano, en las costas de Terranova, ...

Me quedaba alelado, como los otros, cuando de forma pausada encendía el mechero y lo acercaba a la pipa, aspiraba lentamente y se camuflaba tras la columna de humo que surgía, reposando, pensando, para continuar con la historia.

Siempre me maravilló aquel ritual, pensaba que si había algo de misterio en fumar, algo de místico en prender el tabaco, tenía que ser fumándolo en pipa.

Les vi así durante años, pegados a sus pipas curvas, cuando regresaban de las ‘mareas’, deseando reencontrarse con sus hijos, con el calor y el deseado olor de sus esposas, con su barrio, con sus amigos y vecinos.

Les vi así durante años, cuando comenzó a morir el puerto, pegados a sus pipas. Cuando muchos de ellos quedaron varados en el puerto porque la reconversión de flotas los dejaban en tierra firme, cuando languidecía la actividad de los muelles y no conseguían faena diaria con la que ganar un jornal.

Fue en esa época cuando escuche una frase de Antoñito que con el tiempo he llegado a comprender… ‘cada uno llena la cachimba con el tabaco que tiene’. Ciertamente, es así. Hay épocas de bonanza y épocas para ir más ajustado que la sotana de un cura.

Pero nunca perdieron su dignidad, pegados a sus pipas curvas, humeantes, cargadas de picadura en meses de bonanza y de mezclas holandesas o inglesas en épocas de faena.

Regresaban a casa con un buen jornal, con regalos para los suyos y los amigos, con algún ave exótica, y con miles de anécdotas que contar en tardes-noches interminables, entre risas, anécdotas y perfumadas con el humo de sus pipas.

Lo supe siempre, que la única y verdadera forma de disfrutar de un buen tabaco es en pipa. La calma que requiere el cargarla, la tranquilidad que requiere el fumarla, la satisfacción que produce el acabarla hasta el final, hasta la última brizna de tabaco, no se puede comparar con nada más.

Ahora, en la distancia, vuelvo a recordar muchas de aquellas tardes-noches y sonrío, mientras enciendo una pipa, cargada según la época con ‘el tabaco que tengo’.


Pedro Romero-Auyanet
-Canarias-

No hay comentarios:

Publicar un comentario