lunes, 15 de octubre de 2012

Los indios y el Tabaco



“El tabaco es el regalo de los dioses a la humanidad”. Por lo menos, ésa era una de las narraciones mitológicas con la que los indios explicaban los orígenes del tabaco. De hecho, algunas tribus indias creyeron que era su deber conservar el hábito de fumar tabaco para asegurarse que los dioses nunca se vieran privados del humo del tabaco. Por esta razón, dieron la responsabilidad de ofrecer el humo a los dioses a sus curanderos o fabricantes de sueños. Otras tribus fumaban el tabaco y el humo era como una ofrenda o una señal de gratitud a los dioses.
En otros casos, el tabaco fue usado para establecer el fin de las disputas. La Pipa de la paz servía para concluidas las disputas “sellar” los tratados de paz. Durante años, una riqueza de hallazgos arqueológicos ha revelado que el tabaco era la forma en que los dioses daban alivio a los mayas durante y al finalizar largas jornadas moviendo piedras para construir los centros de culto a sus divinidades y los sacerdotes fomentaban esta creencia.
Esta civilización usó el tabaco primero como parte de sus rituales religiosos. La planta del tabaco se usó como una droga alucinógena que, fumada en las cantidades correctas, podría producir estados de trance o semi-inconsciencia. Esto significó que en muchos lugares, se considerara que el tabaco tenía poderes divinos. Sin embargo, el tabaco era algo más para los indios que un simple artículo religioso. Se fumaba por placer, y los curanderos usaron la hoja del tabaco para curar diferentes tipos de enfermedades. Pero está claro que los nativos fumaban puramente por placer, y fue este hecho el que produjo asombro a Cristóbal Colón y sus hombres la primera vez que vieron a los indios fumando tabaco. Colón hizo muchos descubrimientos hace más de 500 años cuando creyó haber llegado a las Indias Orientales. Uno de estos descubrimientos fue, la hierba de los indios, el tabaco.
Los indios ya habían descubierto el placer de sentarse, mientras fumaban en silencio la pipa de la paz mucho antes de que llegara Colón.
De todos los nuevos descubrimientos, pocos llamaron tanto su atención como un largo caño que los hombres y mujeres nativos mantenían en su boca y de cuyas brasas se desprendía un agradable olor. Esta caño era cargado con hierba, que los indios llamaban tabaco, cuyas hojas luego de puestas a secar, se cortaban y desmenuzaban para colocarlas en esta especie de “largas cañas”.
Fue Hernández de Toledo -Médico de la Corte de Felipe II- el primero que describió la planta del tabaco y la trajo a España sobre 1510. Toledo estaba interesado en el tabaco como una hierba medicinal. 


Por otro lado, el monje André Thevet, Carmelita francés recogió la idea de los nativos cuando llegó a Brasil en 1555. Estudió el cultivo del tabaco y pronto cultiva sus propias plantas y utiliza las hojas para su propio consumo. Muchos historiadores le consideran el “responsable” de que el tabaco llegara a Europa. De regreso, siembra la misteriosa planta en su jardín de Angoulême y en 1556 escribe "Singularidad de la Francia antártica", obra que contiene sus anotaciones describiendo las costumbres "extrañas" de los pueblos encontrados, tales como…"los indígenas, totalmente desnudos, fuman una clase de hierba que llaman "petún".
Es un hombre honesto y culto pero con poca influencia en las cortes y, entonces, sus relatos se ponen en duda.


Al contrario, Jean Nicot de Villemain, Embajador de Francia en Lisboa es un perfecto cortesano. En 1560 recibe como regalo algunas semillas de la misma misteriosa planta, procedente de Florida. La siembra para adornar el jardín de la embajada. El clima portugués hace lo demás y el "tabaco" se desarrolla.
Sus servidores intentan consumirla, cada uno con su ingenio; en infusión, en fricción, y aseguran que la planta tiene mil virtudes. Muy rápidamente se vuelve popular bajo el nombre de "Hierba del Embajador".


De regreso a la corte, Jean Nicot alivia hábilmente las incesantes migrañas reales con una mixtura secreta a base de "su" planta. La hierba del Embajador se convierte, entonces en "nicotiane", luego en "cathériaire" o también en "médicée".
Jean Nicot no irá nunca a las Américas. Poco importa, luego de 2 siglos, la milagrosa hierba será bautizada en su honor "Nicotiana tabacum". La "Francia antártica" fue una efímera colonia. Y el Carmelita francés André Thevet fue olvidado por la historia.


Pedro Romero 
-Canarias-

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